martes, 11 de marzo de 2008

SOBRE LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

Por Alejandra Martí

INTRODUCCIÓN
Conocer nuestra historia como sociedad es fundamental porque nos da raíces, nos enseña a identificar errores y aciertos, para no repetir aquéllos y aumentar estos últimos.

Es importante tener noción sobre la división de poderes en el Estado Mexicano, para así saber cuales son las funciones de cada uno, pues a partir de esta división es como se ejecuta el gobierno en nuestro país donde “primitivamente” tenemos un sistema Democrático.

DEMOCRACIA

Tiene 3 aspectos fundamentales:
Como principio de legitimidad: no acepta auto investiduras ni poder derivado de la fuerza. El poder deriva del pueblo y se basa en el consenso de los ciudadanos. Se legitima por elecciones recurrentes, libres y competitivas.
La democracia es un sistema político llamado a resolver problemas del ejercicio del poder: el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes.
La democracia como ideal: como "es" y no como debería ser.
Reglas del juego de la democracia
• Sufragio universal: todos los ciudadanos deben poder participar en la designación de gobernantes
• Principio de la mayoría: lo acordado por la mayoría debe ser acatado por todos
• Igualdad político-jurídica: todos los votos tienen igual valor
• La mayoría no debe tomar decisiones que restrinjan los derechos de las minorías
• El elector podrá formar su opinión libremente
• El elector podrá seleccionar entre alternativas reales
Valores en que se apoya la democracia
• Libertad: participación de los ciudadanos en la definición de decisiones colectivas
• Igualdad: todos los ciudadanos tienen la misma dignidad política
• Solución pacifica de las controversias, mediante el dialogo y el entendimiento.
• Tolerancia: admitir formas de pensamiento diferentes.

LA DEMOCRACIA Y LOS PARTIDOS POLITICOS EN MEXICO.
El caso de México
La transición mexicana a la democracia llegó a su fin. El viejo régimen, el régimen del presidencialismo sin fronteras, el régimen del partido sin competencia y elecciones sin garantías, el régimen sin crítica y escrutinio público, el régimen del Estado grande y la sociedad pequeña, ha quedado en el pasado.
En su lugar empieza a cobrar forma una presidencia acotada por las fronteras constitucionales, se ha levantado un sistema de partidos competitivo, se celebran elecciones libres, se despliega la libertad de expresión y emerge una sociedad más organizada y participativa, cuyos derechos marcan cada día más los límites del Estado.
El problema es que las transiciones a la democracia no entrañan necesariamente su eficacia y su consolidación: una cosa es arribar a la democracia y otra es construir un entramado institucional sólido y funcional que asegure la estabilidad del régimen democrático.
El problema reside en que la joven democracia mexicana gira sobre el eje de un entramado institucional débil, obsoleto y atrofiado. La herencia institucional del régimen anterior arrastra muchísimos pasivos: instituciones resquebrajadas por el peso ilimitado del poder presidencial, procedimientos y mecanismos constitucionales oxidados por la falta de uso, grandes espacios de discrecionalidad, ineficiencias burocráticas, corrupción e impunidad, inercias centralizadoras, y costumbres, prácticas y arreglos al margen de la ley. No es que no haya activos. Lo que ocurre es que el balance arroja unos saldos francamente raquíticos, desde luego insuficientes para sostener una democracia estable. El reto hoy, en efecto, consiste en construir o fortalecer, según sea el caso, los cimientos necesarios para asegurar la estabilidad de la construcción democrática. ¿Por dónde empezar?
Las experiencias de este siglo muestran casos de transiciones exitosas junto con otros en los que un cambio político democrático no condujo a la construcción de una democracia estable, sino, por el contrario, a situaciones de aguda inestabilidad o a procesos involutivos de corte autoritario. ¿Qué factores permitieron el éxito de las transiciones que culminaron en democracias estables o, en sentido inverso, qué factores determinaron la inestabilidad o el derrumbe de las construcciones democráticas en los casos fallidos? Por encima de las características de cada país, la diferencia entre los casos donde la democracia se consolidó y los casos donde acabó por desplomarse ha residido sobre todo en la eficacia de los gobiernos democráticos.
No es casual que el caso paradigmático de las transiciones recientes, España, tenga en su haber una experiencia democrática fallida: la República fundada en 1931 y aplastada en 1939, luego de tres años de una cruenta guerra civil. De la experiencia se aprende, y en la España de los treinta, sin descontar otros factores, el derrumbe de la democracia se debió en gran medida a la inestabilidad e ineficacia de los sucesivos gobiernos democráticos. Por ello el reciente proceso español de transición y consolidación democrática puso el acento en las exigencias de estabilidad y eficacia de la democracia.
México es otro. Sin embargo, en muchos círculos políticos e intelectuales persiste la idea de que la transición continúa, o bien porque asocian su culminación con la imagen del gran momento fundacional, ligado a su vez con la derrota del PRI en elecciones presidenciales y, en el extremo, con su aniquilamiento, o bien porque la duración del proceso de cambio político los ha hecho rehenes del discurso de la transición como quien se hace rehén de sus rutinas hasta configurar con ellas un modus vivendi, mientras el país reclama el debate, los acuerdos y las decisiones necesarios para garantizar la eficacia y la estabilidad de nuestra incipiente democracia, así como el diseño, la elaboración y la ejecución de políticas públicas de largo aliento, montadas y legitimadas sobre la base de consensos mínimos entre los actores políticos.
Esta persistencia del discurso de la transición genera dos efectos muy negativos. Por un lado, condiciona el debate político e intelectual acerca de la consolidación de la democracia a la llegada del día esperado, al despertar democrático que deje atrás la larga noche del viejo régimen, cuando, frágil y todo, la democracia que se ha podido construir precisamente lo que requiere son el debate y los acuerdos que conduzcan a su eficacia y estabilidad. Y, por otro lado, al aplazar la negociación y los acuerdos que permitan fijar las condiciones para la consolidación de la vida democrática, acentúa los riesgos que entraña una democracia frágil, amenazada lo mismo por la inseguridad y la violencia criminal que se han adueñado de las calles, que por la incapacidad de definir y desarrollar políticas públicas que respondan a las demandas de la sociedad.
Entendimiento diverso de la división de poderes.
La doctrina que postula la división del poder del Estado en tres, hoy ha sido dejada de lado, siendo reemplazada por la de “preponderancia de funciones”.

CONCLUSIONES
• México se encuentra en pleno tránsito a la normalidad democrática, ya que dicho proceso está inacabado, al ser una transformación constante y permanente, que pudiera renombrarse como la perfección de la democracia.
• Este nuevo esquema nos ha traído la figura de la ingobernabilidad, dentro de la tarea legislativa, al carecer de la cultura del consenso.
• El gobierno actual se encuentra sin dirección ni brújula, que nos den la certeza de los resultados de las acciones políticas que se emprenden, la incertidumbre es la principal causa el vacío de poder que se manifiesta en el Ejecutivo.
• Aunque la sociedad ha madurado políticamente, aún falta mucho por aprender, en este nuevo contexto democrático, para realmente poder tener acceso a todos los beneficios de esta liberalización del sistema político mexicano.

6 comentarios:

07vampire_ghost dijo...

Hola!

Muchas gracias por la información, me es muy útil :D

Saludos!

Anónimo dijo...

gracias por la informacion me ayudo mucho

Anónimo dijo...

Aunque hubiera preferido mas informacion, fue de mucha ayuda.

Anónimo dijo...

Muchas gracias me fue de mucha utilidad su informacion y estoy en acuerdo con sus ideas

Anónimo dijo...

Mucha ayuda muchas gracias

Ana dijo...

Gracias por la información c: